Como un grupo de
universitarios primíparos en la materia de mujeres, sin dinero y con ganas de
emborracharnos, se nos ocurrió la deslumbrante idea de ir donde las putas. No
para tirar un polvo, para eso no alcanzaba la plata, sino para pasar un buen
rato viendo los diferentes shows eróticos y con suerte un pajazo en el baño
después de la función.
La primera parada fue
Orquídea, mejor conocida como “El hoyito” en pleno centro de Barranquilla, allí
al entrar por un largo pasillo, el vigilante nos requisó mientras nos decía.
-
-- ¿Cédula? aunque ustedes con esa cara de viejos lo que deben sacar
es el Sisben.
Ni yo, ni mis otros tres
amigos encontramos el chiste. Entramos al establecimiento pecaminoso, un sitio
oscuro, donde los manteles de la mesa y el olor del ambientador eran exactos a
los que utilizan los buses de Torcoroma, digno para ser víctima de la escopolamina,
pero al fondo había una tarima con el tubo de striptease y el lugar se veía más
decente, como inexpertos nos sentamos en una mesa cercana a la entrada.
El mesero hizo su
aparición dando precios y ofertas, pedimos una panchita de guaro y empezamos a
tirar ojo. Las collas que estaban no prometían mucho, verdaderamente
esperábamos que estuviesen más buenas, la calificación que les di fue 6
de 10.
Cuando la botella empezó
a bajar, de pronto apareció una furcia mostrando las tetas y pidiendo una
colaboración por el show.
- ¿Cuál show?- preguntó
uno de mis amigos
- El de ahorita- replicó
la ramera
- Nojoda no lo vimos
acabamos de llegar, pero toma - y le tiró unas monedas en una caja de whisky
que tenía aquella mujer con el cuerpo lleno de escarcha.
Cuando la botella se
acabó sin mayor novedad, llamé al mesero y le pregunte si había otro show,
cuando me dijo que no y ante el alto libido de la juventud, decidimos ir a otro
burdel. No sé si fue el efecto del alcohol, pero nos fuimos caminando desde
allí hasta siglo XXI, con todos los peligros del centro de Barranquilla en la
noche.
Cuando llegamos a siglo,
el putiadero más popular de la Arenosa, el celador se colocó las gafas empezó a
requisar y pedir cédula. El lugar, mucho mejor que el antro donde estuvimos
primero, más grande, más amplio y más caché.
Enseguida el mesero nos
guió, nos sentó y empezó a dar cátedra de buen collero. Indicándonos a qué hora
empezaban los tan anhelados shows, cuáles eran las mejores collas del lugar y
además nos dio el dato que Orquídea a las 9 P.M ya se apagaba y en siglo
seguían firme hasta las 3 A.M.
Como el ambiente era
prometedor esta vez pedimos una pipona de antioqueño. En ese lugar las rameras
estaban mucho mejor 8 de 10 fue mi puntuación, y a mi parecer un poco tímidas,
ninguna llegaba ni siquiera a pedir un trago, quien sabe que pinta de
arrastrados tendríamos.
-
-En unos minutos vendrá el
primer show de la noche. – Anuncio el DJ.
Cuando la botella bajó
un poquito, empezó el primer show de la noche, una taxista subió a tarima y nos
llevó a las mieles del deseo con su exhibición erótica, firmes piernas con un
culo digno de darle una palmada, que nos dejó con la boca abierta y aplaudiendo,
luego la bella taxista, encuera fue mesa por mesa pidiendo plata por el
striptease, le dimos $5.000.
Cuando la pipona de
aguardiente se acabó y debido a la escases económica del momento, sacamos las
moneditas del bolsillo y compramos una botella de piña colada, como la escusa
y la condición perfecta para esperar el próximo show, e irnos
cuando este acabara para no darle plata de propina a la suripanta por el show.
Cuando llegó el turno de
la siguiente presentación, ya la botella estaba vacía y nosotros con tremenda
pea encima. Esta vez era una vestida de estudiante, que me hizo recordar los
pajazos que nunca me hice en el baño del colegio pensando en la compañera más
buena, la cara se me hacía algo familiar, pero su vagina era totalmente
desconocida y digna de todas las pajas puberales de la época colegial, mi boca
se hizo agua con ganas de darle una lambida, pero apenas terminó el espectáculo
mis amigos y yo nos fuimos, más con pena que con gloria.
Ese sitio, el último
donde estuvimos, más que un deleite se convirtió en una tortura para nosotros
que sin planear, sin plata, borrachos y arrechos. Observamos los stripteases y
las putas merodear sin poder hacer nada, debido a nuestros escases económica.
Cómo no recordar al gran Diomedes y su canción la plata, donde nos indica cómo
gastarla. Y tristemente así fue la primera vez que fui a un putiadero.
Por: Isaac Mejía.
GRacias por contar la experiencia
ResponderEliminarGRacias por contar la experiencia
ResponderEliminarDe nada
EliminarMuy buena tu anécdota, me has hecho reír un rato jajaja.
ResponderEliminarUn saludo desde el otro lado del charco
Buena anéctota
ResponderEliminarJajajaja me hizo la noche con es anécdota
ResponderEliminarCule man balurdo, Como vas a hablar asi de las nenas que nos presentan un servicio que debe estar en la canasta familiar! Cuadro, no las llames rameras, putas o suripantas, pareces marica, a ti como que se te moja la canoa, si es así no hay way! pero jalandole al respetico con nuestras ilustres collares, que podrian ser tus hermanas o tu mamá o tu abuela! cara é chácara
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